Hoy se celebra el día mundial de las personas sin hogar.
Una persona sin hogar es aquella persona que vive en las calles, y temporalmente en albergues, a causa de una ruptura encadenada, brusca y traumática de sus lazos familiares, sociales y laborales.
Muchas veces he escuchado a personas decir: ¡No ayudes a esos vagos, a esos flojos que andan por la calle pidiendo y ganando más que uno!; en otras ocasiones he escuchado decir: ¡Lo que le das se lo gastan en sus drogas!, ¡No vas cambiar su situación por esa moneda o comida que le darás hoy! La verdad yo siempre me he conmovido por esa gente sin techo, sin familia, sin comida, sin abrigo, sin ropa limpia y muy demandante de amor. No soy millonaria en cosas materiales, pero le agradezco a Dios que me haya hecho multibillonaria en amor y espíritu altruista. Esa gente sin techo que doquiera la vemos debe despertarnos al mundo entero el amor, la compasión, un gran respeto y flujos de admiración; ¿cuántas veces decimos ser infelices nosotros que gozamos de salud, de una casa acogedora, del amor de nuestra familia, de los abrazos y besos de nuestros familiares y amigos, de disfrutar un cafecito y una sopa calientita, de una cama blandita con sábanas limpias, de un guardarropa basto para usarlo cada estación del tiempo?
Amigos, les propongo abrir aún más nuestros ojos para mirar a esa gente necesitada principalmente de amor; ella siempre está muy cerca de nosotros, démosle una sonrisa al mirarla, un saludo, un buenos días, buenas tardes, buenas noches, algunas palabras de aliento para que sientan que son importantes; y si a ese acto de amor del corazón le adjuntamos una cobija, una comida, un pan, una cena, alguna ropa, sería mucho mejor. Todos los seres humanos tenemos los mismos derechos aquí en la tierra, ayudémoslos con sinceridad abriendo nuestro corazón y miremos en esa persona sin techo a Dios.
En una ocasión un señor con aspecto de vagabundo y aferrado a su carrito en el cual llevaba sus únicas pertenencias, se acercó a la mesa del restaurante al aire libre donde estaba disfrutando junto con mis hijas de la sagrada comida, me pidió una moneda para comprarse tan solo una tortilla, yo le miré al rostro todo desquebrajado por la intemperie, sucio, sus ojos llorosos sin hacer algún esfuerzo, arrugado y no parecía pasar de los 60 años, y despedía un olor putrefacto que para ser verdad cualquiera hubiera dejado la mesa y se hubiera retirado, mis hijas que gracias a Dios heredaron un gran corazón me dijeron: una me dijo-¡Mami, Mami, dale mi comida, la otra niña me dijo en voz bajita: ¡ Mami ayúdale, dale la moneda, y dile que Dios le ama! , todo fue en fracciones de segundos, me paré de la mesa me acerqué al caballero y le dije:- Señor no le voy a dar una moneda para comprar su tortilla, le voy a dar el dinero para que compre el paquete de comida que prefiera, abrí mi bolso y le di un billete lo suficientemente valioso para que le alcanzará cualesquier paquete y hasta para que le quedará un poco, eso junto con una sonrisa y un apretón de mano; el caballero corrió sin decirme nada, se formó en la caja del restaurante y por un momento ya no lo vi, seguimos comiendo mis hijas y yo, de repente mis hijas miran sorprendidas atrás de mi, cuando volteo, el caballero me abraza y me dice:
-Gracias dama, ha sido usted el ángel de mi día y la bendigo con esas angelitas que tiene de hijas, aquí tiene el vuelto, compré el básico para ahorrarle gastar de más. (Por supuesto no se lo acepté)
Había comprado solo dos piezas de pollo y unas papás chicas, sin agua fresca ni aditamentos; Yo le dije: -Es un placer servir a gente tan importante como usted. Y mis niñas le dijeron:- ¡Dios lo ama!
El señor se fue súper contento, digamos hasta parecía que iba brincando como niño por la calle y la alegría invadió nuestros corazones junto con unas cuantas lágrimas de felicidad.
Amémonos los unos a los otros sin importar clase social, raza, color o diversidad cultural, cuanto más demos más recibiremos, si ayudamos desinteresadamente nos caerán bendiciones del cielo con creces. No importa no tener dinero, siempre tenemos algo para dar; ese señor, esa señora, ese joven, esa joven, ese niño, esa niña en situación de vivienda en la calle, nos recuerdan que Dios existe y que desea nuestro amor.
“Ahora gozamos del amor familiar, un techo, comida, trabajo, dinero y de pertenecer a un grupo social, mañana no sabemos”
Betty Calderón